Harry Potter y El Misterio del Príncipe.
Hasta el minuto 120 de ésta película me había convencido de que estaba ante la mejor entrega de la saga y ante un muy buen ejemplo de lo que es una cinta de entretenimiento, pero luego vino el desenlace y me di cuenta que solo en parte tenía razón. Y es que no lo podemos negar, quienes hayan leído el libro o estén enterados de lo que ocurre en la parte final de esta entrega, ese grupo de escenas finales han creado una gran expectación y una enorme curiosidad de ver como se iban a desarrollar en esta representación que al momento en que en la cinta llegamos ante ellas, duele decir que en parte desilusionan.
Estamos ante una de las cintas finales de la historia y por lo tanto una entrega mucho más oscura y madura y es adaptada y llevada a la pantalla de una excelente forma, todo alrededor de la trama es puesto con mucha pulcritud y exactitud, muy al estilo inglés, todo ahora es más adulto, más maduro y más disfrutable, desde los escenarios de Hogwarts que esta vez lucen más solitarios, ya que ante los peligros del mundo mágico pocos alumnos regresaron, un vestuario mucho más sobrio y oscuro, una banda sonora más fuerte y más presente y un trabajo fotográfico que pone éste mundo mágico como el lugar tenebroso y cada vez menos colorido que es.
Ni siquiera las escenas del Quidditch que son la parte más lúdica de la historia son coloridas y vistosas, por el contrario lucen empañadas de nubosidades y descoloridas, lo cual no tiene por que ser malo, al contrario, todos estos detalles hacen que el universo mágico resulto más misterioso, peligroso e interesante para la mirada adulta.
En la historia que ahora se debate entre una secreta labor encomendada a Draco por Lord Voldemort, la instrucción de Dumbledore hacia Harry Potter en los secretos más ocultos y peligrosos de su enemigo, la búsqueda de un importante trozo de información de Horace Slughorn y la llegada, ahora sí, de la edad de la punzada en los jóvenes protagonistas, le dan a la cinta el material suficiente para crear una larga historia que se desliza bajo un ritmo lento pero saboreable, entre los detalles realmente trascendentales hasta los más banales pero a la vez más divertidos y con un par de escenas realmente conmovedoras que muestran a seres humanos con emociones vigentes y reales.
David Yates hace una buena labor y no solo se conforma con cumplir con las exigencias del libro si no que va más allá y a través de pequeños detalles hace la historia más suya notándose más cómodo y compenetrado con la historia y los personajes.
Y aunque estamos acostumbrados a ver ya a un muy buen reparto, entre jóvenes y legendarias estrellas de la actuación británicas, en esta ocasión el estilo que se le ha conferido a toda la cinta hace que su trabajo justo y adecuado aunque no sobresaliente. Sin duda, quien se lleva la cinta es Jim Broadbent, a quien conocimos en Molino Rojo, quien hace una interpretación divertida y conmovedora como el profesor Horace Slughorn, quien guarda entrañables y dolidas memorias y presenta un personaje de carne y hueso aunque este situado en un mundo irreal.
El verdadero meollo del asunto, es que tanto los fanáticos como los no fanáticos, acudimos al cine a ver una cinta de Harry Potter solo para divertirnos y no para apreciar un refinado ejercicio de estilo. La decisión de retratarlo todo de una forma sencilla y directa sin grandes aspavientos hace que el desenlace de la película que se supone debe ser muy emocionante, trágico y hasta conmovedor, se sienta demasiado contenido, plano y carente de emociones, lo que da al traste con las grandes posibilidades que tenía el libro.
Aunque una parte de mi piense que es una excelente ejecución, la otra parte de mi, la más divertida, salió del cine esperando un gran y pirotécnico cierre, con impresionantes y emocionantes duelos de varitas mágicas y conjuros peligrosos. ¡Por Díos es el verano y los fanáticos sólo queremos divertirnos!
Yo opino: * * * 1/2 / * * * * *.
(Harry Potter and The Half blood prince, David Yates, E. U., 2009.)
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