Mi otro yo.


Desde hace no mucho tiempo hombres y mujeres, niños y adultos sin distinción, se han visto acechados por una nueva lista de males que atacan su salud y bienestar, esos males son peligrosos, invisibles y pueden costar inclusive la vida, sus nombres y variantes se han vuelto cada vez más populares y sus efectos bastante visibles, excepto claro, cuando los afectados somos nosotros mismos. El nombre rey de todos esos términos médicos es la depresión y hasta donde se sabe su cura es complicada, lenta y dolorosa.

Walter Black es una de esas personas afectadas y después de probar sin éxito varios médicos y tratamientos está por perder a su familia, su negocio y su vida. Un día encuentra en la basura un títere en forma de castor y tras una desastrosa noche despierta con una nueva fuerza en su interior, de su boca surge una voz y una personalidad diferente, la del castor, quien le informa que si quiere resolver su situación tiene que dejarlo a cargo de todo.

Lo que en un principio parecería un juego sencillo y divertido, se va tornando de pronto en un asunto cada vez más peligroso que podría costarle bastante a todos. El responsable de intentar darle coherencia a todo eso es Mel Gibson quien vuelve a las pantallas tras un par de años desequilibrados y desastrosos por lo que aunque quizás no sea un gran actor resulta el más indicado para la labor y la realiza de una forma decorosa y decente.



Si bien es cierto que Jodie Foster no es una gran directora, no al menos en los parámetros que ahora están de moda y no toma grandes riesgos técnicos, se agradece enormemente que en medio del verano cinematográfico pueda encontrarse en cartelera una cinta basada y apoyada en gran parte en los personajes y las actuaciones. Las escenas dialogadas son largas, sin cortes dinámicos que jueguen con el tiempo y el espacio, la cámara está ahí presente, se mueve apenas lo suficiente, al igual que la edición que permite el desarrollo de los personajes y el deslizamiento de la historia. Lo cual podría pensarse es aburrido, pero por el contrario resulta un gran placer sentarse a apreciar con la calma suficiente, una película sobre personas de la vida real, que tratan de comunicarse y entenderse, que se toman el tiempo de intentar enmendarse y conocerse un poco mejor.

Una película así resulta un buen respiro, es una de esas películas de las que se hacen cada vez menos y que por lo tanto se deberían aprovechar, pues si bien no es exactamente una obra maestra y hay algunos puntos que se podrían reprochar, en general el resultado es divertido, emocionante y aunque la ejecución quiera darle un toque positivo a todo el asunto la cinta visita varios lugares oscuros y profundos que nos adentran al escabroso universo de las mentes en problemas. Resultando en una cinta disfrutable y bien realizada, en la que seguimos a varios personajes que van arrastrando consigo diferentes cargas, que podrían incluso frenarlos para siempre.

Yo opino: * * * / * * * * *

(The Beaver, Jodie Foster, E. U., 2011.)



Comentarios

MamáRegia dijo…
quiero verla...

y que bueno que regresaste al mundo blogero

nadiaruiz.blogspot.com

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