De mi arte a tu arte.

Una vez, mi Tía Verónica me pregunto: ¿Pepe, tu que esperas del teatro?

La pregunta quizás era bastante comprensible tomando en cuenta que íbamos en su auto un viernes por la madrugada camino a nuestros respectivos trabajos y yo iba "disfrazado", como ejercicio final de un taller de teatro que había durado toda la semana, el cual consistía en hacer tu rutina del día vestido de una forma diferente a la normal, una compañera había decido, por ejemplo, acompañar a su Mamá a hacer las compras vestida de monja, otro compañero hizo una larga caminata vestido de pordiosero, pero yo, considerando que tenía que ir a trabajar, había decido vestirme de callejero valemadrista, oséa de mi hermano, que por aquel entonces andaba en un plan bastante rebelde, algo normal a su edad por aquellos días.

La primera obra que dirigí con gente del Inea.

Así que me puse sus pantalones mas holgados, una camiseta negra, tipo jugador de básquetbol que tenia el número 69 en color blanco, una chaqueta bastante cool, unos tenis ya algo viejos, para rematar con unos lentes de sol bastante exagerados.

Yo la verdad no sabía que contestar, así que use mi respuesta comodina para casos como ese: "nada."

Pero la verdad la pregunta hecho a mi mente a volar y el resto del viaje lo hicimos en silencio aquella fría y nublada mañana, y empecé a preguntarme a mi mismo, ¿que espero realmente del teatro?

En un ensayo de Tómochic, en la UA de C.

¿Será acaso fama?

No lo creo, tomando en cuanta que por ejemplo, al final de una función te pueden aplaudir y alguien del publico te puede hacer un excelente comentario, pero al día siguiente te los encuentras en el mercado, los volteas a ver, les sonríes y ellos simplemente extrañados se voltean a otro lado. O como aquélllos intelectuales, que, después de platicar sobre el trasfondo filosófico de Tienda de Antigüedades después de una función, a la semana siguiente consideraron
humillante el hecho de que me encontrara repartiendo volantes a fuera de un magno evento. Claro, no me reconocieron sin el maquillaje, pero digo de perdis, un poco de respeto ¿no? En estos tiempos uno no puede ser solo "la estrella" y tiene que entrarle a la talacha.

¿Será acaso que quiero ser rico?

Ja, ja, ja. Cualquier negociante, que tenga un mínimo changarrito sabe que si compras manzanas a $ 1.00, la debes de vender a $ 2.00 y así te haces de una pequeña ganancia. Pero en el teatro, al menos en lo que a mi respecta esta teoría, ni ninguna otra que como contador me enseñaron en la escuela aplica. Ni siquiera esa de la oferta y la demanda, como cuando después de ver la poca asistencia de las funciones te preguntan: ¿no faltará promoción? Y tú solo atinas a decir que te pasaste la semana dando entrevistas para el radio, repartiendo volantes que tu mismo hiciste, enviando mails y publicando posts al respecto. El teatro es un "negocio" donde todos ponen y nadie toma.


En Real de Catorce, en el palenque donde nos presentamos.

¿Será acaso que quiero ser respetado por mi arte?

¡Nah! Un ejemplo: Real de Catorce, Marzo 2005. Después de un largo vía crucis de semana santa arrastrando la escenografía, llegamos al lugar de la presentación, el tiempo apremiaba y los baños del lugar, que era al aire libre, estaban cerrados con llave, así que me hicieron casita y comencé a desvestirme y vestirme, si me movóa un centímetro a la derecha, la gente que ya empezaba a abarrotar me veía y si me movía un centímetro a la izquierda, la gente que pasaba por la calle me vería. O.k., son gajes del oficio, cerré los ojos y me cambie aprisa dejando mis pertenencias en un rinconcito donde supuse, no le molestarían a nadie. Solo para al final descubrir, que alguien había decidido utilizar el rinconcito para hacer pipi, mojando mis converse negros, los únicos zapatos que traía para el viaje.

¿Será acaso que quiero pertenecer a un selecto grupo de artistas?

Mmmmm. Ok, a lo largo del camino he cosechado algunas amistades y camaraderías, ganándome su respeto a base de trabajo y constancia, pero el resto, y no me refiero a nadie de Monclova, te voltean a ver de ladito y por encima del hombro, como un mocosito que apenas empieza y que no merece la pena de ir a ver su trabajo al teatro, aunque me invite insistentemente por mail, carta o personalmente.

Paola en penumbras, preparándose para actuar.

Y aunque, esa lección la aprendí hace mucho, en aquel viaje matutino con mi Tía Vero, por inocente he desistido de aplicarla totalmente hasta hace apenas unos meses. Pero desde el momento en que lo hice, empecé a verdaderamente no esperar nada; ni ser rico, ni famoso, es mas no quiero ni ser como los demás artistas, desde ese momento a la fecha he sido muy feliz.

Lo que yo verdaderamente quiero, es compartir con quien decida acompañarme en alguna función una pequeña historia que creo es interesante y ser feliz el camino, aunque este lleno de baches y grietas.

Como las calles de Monclova por las que mi Tía conducía, así que al llegar al lugar donde me quedaría, sonreí alegre y antes de bajarme del auto, le dije a mi tía: "De veras Tía, de veras no espero nada."


Nota al pie (4/07/2006) : Por favor no piensen que me azoto y reniego del teatro, al contrario este post es mi personal declaración de amor incondicional y todas estas anecdotas, aunque en su momento no fue así, hoy me hacen reir y también hay anecdotas muy positivas que ya luego contare. Gracias.

Comentarios

LauRa G. BaRea dijo…
Woooowww!!!
Dar sin esperar nada a cambio....la más pura definición de lo que es el amor.
Anónimo dijo…
Sr.

Los que lo queremos sabemos que si hay una razón para que usted haga teatro es para admirarlo cada día más. Es usted mi héroe desde hace mucho. Un abrazo y felicidades, maestro samurai de la persistencia.

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