30 de abril... de 1991.

Algunos amigos me han reclamado varias veces por la poca cantidad de chismes que publico en este blog sobre mi y mis actividades; así que para ellos y para el niño interno que todos llevamos, aquí va este post.

Allá por 1991, me encontraba en sexto de primaria y se lanzó un concurso para todos los niños de la ciudad de Frontera, Coahuila, en el que todos, obligatoriamente, teníamos que participar, mandando una carta en la que teníamos que contar que haríamos si fuéramos presidente de la ciudad. El premio sería que el niño que escribiera la mejor carta sería presidente de la ciudad por un día, el 30 de abril. ¿Y qué creen? ¡Gané! Y tengo material para comprobarlo…

El 30 de Abril, en lugar de ir a la escuela, me vistieron de traje y me llevaron a la presidencia municipal, donde “tome el poder” por ahí de las 10 a.m. Yo la verdad estaba algo asustado y más cuando me iban presentando a más y más gente que me hacían bromas del tipo de “nada más Sr. Presidente, no le vaya a hacer mucho caso a los ejidatarios”.

Luego de la ceremonia oficial me encerraron en mi oficina por varios minutos, lo cual me pareció horrible por que no sabía ni como hacer una llamada en el teléfono de 50 botoncitos, pero lo bueno era que podía tomarme todas las coca colas que yo quisiera; aquello me empezaba a gustar.

Luego hicimos el recorrido del día, fuimos a un DIF donde le repartimos regalos a niños poco afortunados, visitamos una escuela para hacer entrega de material didáctico e instrumentos para una banda de guerra y hasta me obligaron a hablar al micrófono, no sé que tantas cosas. Pero lo mejor del día, ahora entiendo, fue cuando fuimos a las celdas del departamento de seguridad pública, e inspirados por mi carta que hablaba de las segundas oportunidades, cosa que todavía creo, liberaron a un detenido y le prometieron ayuda para que obtuviera un buen empleo.

Finalmente regresamos al “palacio presidencial” donde aprendí que aquello no todo era dicha y felicidad, ya que había una controversia que tenía que resolver. Resulta que en la plaza principal se había colocado una pequeña feria, en la que toda la mañana, por ser 30 de abril, sería gratuita para todos los niños, pero según me contaron había un malentendido con los propietarios de los juegos mecánicos y dejaron de trabajar antes de tiempo, por lo que a la presidencia llegaron cientos de manifestantes reclamándole lo prometido al alcalde. ¡Trágame tierra!

Finalmente el asunto se resolvió y terminó el día en una comida en un restaurant muy de moda en aquellos años y después el verdadero alcalde en persona me llevó a mi casa. Después de aquel día en el que probé las delicias, pero también los sinsabores del poder y hasta el día de hoy, prefiero evitar a toda costa la política.

Fuera de broma, quiero comentar que nuestra familia había sufrido un duro golpe poco tiempo antes, por lo que me dio gusto que aquel desbarajuste nos trajo algo de alegría a todos.

Y para rematar este suicida post, les dejo la dichosa carta con la que gané .

Ténganme piedad, tenía 12.

Si ya sé, diviértanse como enanos… ¡a mis costillas!