Piratas del Caribe: En el fin del mundo.

© Disney

Nadie se esperaba que la súper producción de Disney Piratas del Caribe llegara tan, tan alto. Considerando a los piratas como un subgénero muerto desde hace décadas y con algunos intentos lastimeros por rescatarlo, nadie apostaría a que una película basada en una atracción de Disneyladia sería tan exitosa, tanto que ahora se completa en una trilogía, pero con fuertes rumores de una nueva entrega.

Esta tercer cinta de la serie que resulta ser la más dinámica, violenta y oscura, inicia cuando los héroes que ya conocemos ayudados por Capitán Barbossa, intentan obtener ayuda de un temible pirata de Singapur, interpretado por Chow Yun-Fat, para poder rescatar a Jack Sparrow del mas allá. Pero ese no será el único problema al que se enfrenten, ya que la Compañía de la Indias ayudados por el barco El Holandés Errante se encuentran azotando los siete mares sin cuartel contra los piratas, por lo que ahora los piratas de todas las naciones tendrán que reunirse y luchar por sobrevivir.

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En un gran ejercicio de ejecución y bajo un ritmo veloz la cinta de casi tres horas avanza rápidamente, entre secuencias divertidas, irreverentes y de acción, el único problema al que se enfrenta en quizás al número exagerado de líneas arguméntales, de un sin numero de planes de un personaje contra otro como un juego cruzado sin cuartel, lo cual resulta demasiado para una cinta de palomitas y refresco y lo cual hace que el publico pueda perderse fácilmente, concentrándose de lleno únicamente en la diversión. Problema que de haberse evitado, les hubiera costado algunos miles de millones menos a los productores y a los espectadores algunos minutos innecesarios del espectáculo.

Y finalmente Sparrow esta de vuelta y… ¡multiplicado! De pronto la pantalla se llena de tres o hasta treinta Sparrows peleando unos con otros, en un claro intento exitoso de llevar al personaje que le dio vida al proyecto al límite, al igual que al resto de los personajes. Con un par de oníricas y fantásticas escenas de un Johnny Deep, un poco más en control ocupado en la movidita trama, esta de vuelta y con ánimos de entrarle a la acción. El resto del reparto que ya conocemos, todos elevados a la segunda potencia, con el exacerbado guión están bastante cómodos en sus respectivos personajes como Geoffrey Rush, Kiera Knightley, Chow Yun-Fat y el irreconocible Stellan Skarsgard en el deforme personaje del padre de Will Turner. ¡Hasta Keith Richards, quien inspiró a Deep para su interpretación de Sparrow, saca chispas con su cool y divertida aparición!

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Varias escenas llaman poderosamente la atención por su inesperado valor estético, como la larga primera escena de Deep, la escena de los cangrejos, la escena del barco balanceándose y por supuesto, la gran escena final en la que los dos mejores barcos se enfrentan a muerte en medio de una desenfrenada orgía de efectos visuales, acción y aventura. Un gran logro técnico y a la vez artístico que por su combinación de fuertes elementos de diversión y acción, recuerda por momentos algunas de las escenas más impresionantes de Star Wars. Sin duda una escena que eleva al director de la cinta, Gore Verbinski, como un gran artesano en lo técnico y lo visual, construyendo una de las mejores cintas de aventura de los últimos años y seguramente, después de que veamos las estadísticas, en uno de los directores más poderosos de Hollywood.

Todo esto construye a Piratas del Caribe: En el fin del mundo, en una gran sorpresa veraniega, una gran aventura para toda la familia.

Yo opino: *** 1/2.

(Pirates of the Caribbean: At world’s end, Gore Verbinski, E. U., 2007.)